Acciones

Batalla de Aguere

De EnciclopediaGuanche

Destacado.jpg

La Batalla de Aguere o batalla de La Laguna, es el nombre que recibe la batalla inicial que encarrila definitivamente la conquista de la isla Tenerife por los conquistadores castellanos al mando de Alonso Fernández de Lugo, el 14 de noviembre de 1494. Destacado.jpg


Batalla de Aguere
Parte de Conquista de las Islas Canarias

Fecha 14 y 15 de noviembre de 1494
Lugar San Cristóbal de La Laguna, Tenerife
Coordenadas
Resultado Victoria castellana, la conquista definitiva de las Islas se consolida.
Conflicto
Casus
belli
Cambios territoriales
Beligerantes
Corona de Castilla Guanches
Comandantes
Alonso Fernández de Lugo Bencomo
Fuerzas en combate
1.200 infantes
70 caballeros
600

guanches

6.000 guerreros según unas fuentes, 11.000 según otras-
Bajas
de 30 a 60 muertos y varias docenas de heridos
2.000 muertos, entre ellos el Mencey Bencomo y su hermano Chimechia.



Entorno histórico

La batalla se produjo meses después de la derrota del mismo Alonso Fernández de Lugo, en lo que fue el mayor desastre castellano durante la conquista del archipiélago Canario, la Batalla de Acentejo, también denominada como la población que allí se fundó, La Matanza de Acentejo. La batalla de Aguere (topónimo aborigen que significa "La Laguna") puede considerarse militarmente como la escaramuza inicial de una batalla que se solventó definitivamente en el mismo Acentejo, un mes más tarde, en lo que se conoce como Segunda Batalla de Acentejo o con el nombre de la población que allí se fundó, La Victoria de Acentejo, donde pereció una gran parte de los guerreros guanches y sus capitanes. Con ello terminó el último foco importante de la valiente y desesperada resistencia guanche a la conquista por parte del Reino de Castilla


Antecedentes de la batalla

  • 1493: Alonso Fernández de Lugo solicita y obtiene de los Reyes Católicos el título de Adelantado y la licencia para explorar y conquistar Tenerife, en el año 1943:

"El que más hizo fue Dn. Alonso Fernández de Lugo, que era Alcaide de la torre de Lagaete y de allí salía algunas veces y entraba en Tenerife en partes remotas, en donde hacía algunas presas de poca consideración. Dn. Alonso Fernández de Lugo determinóse pasar a España a pedir licencia a su Majestad para conseguirla a su costa, que él buscaría quien le ayudase. Fuéle concedida la licencia que pedía y por mandato de sus Majestades los Reyes Católicos Reyes Fernando y Dª. Isabel, se le otorgaron escrituras de concierto y asiento sobre las condiciones de la conquista, y le dieron título de Capitán General de ellas desde el cabo de Aguer hasta el de Bujador, en las partes de África; y que habiendo conquistado las dichas islas de Tenerife y La Palma, sus Majestades nombrarían persona que con él entendiese en el repartimiento de sus tierras y heredamientos, como más bien se especifica en la conducta; su fecha año de 1493. Conseguida esta merced por Dn. Alonso Fernández de Lugo, habló a algunos caballeros poderosos de España si querían ayudarle en la conquista, que partiría con ellos de las presas de ganado y cautivos que se hiciese y entrarían en parte según el caudal con que cada uno entrase. ../... A la fama de la conquista se alistaron muchos soldados y se allegaron muchos nobles sin interés de paga y deudos suyos; y algunos que tenían parientes de los primeros conquistadores que habían ido a Lanzarote y Fuerteventura y demás islas con Bethencourt. Pasaron el general y sus capitanes y soldados a Cádiz, en donde estaban prevenidos dos navíos para el viaje. Salieron del puerto y aportaron a la isla de Gran Canaria; y dando cuenta a las demás islas conquistadas para si le querían ayudar, algunos vinieron en su compañía con mucha voluntad de que todas las islas estuviesen de católicos y a la obediencia de los Reyes de Castilla.

Nuñez de la Peña, Historia de las Canarias

Pacificación de La Palma

  • 1494, 3 de mayo; Tanausú se presta a negociar con Alonso de Lugo, quien convierte el encuentro en una emboscada y apresa al caudillo guanche, quedando finalizada la conquista de La Palma.


Plano3.jpg

Expedición a Tenerife

1494, mayo; Una expedición político-militar capitaneada por el mismo Alonso de Lugo y formada por 30 navíos, 190 caballeros y entre 1.000 y 2.000 (cifra que oscila dependiendo de la fuente consultada[1] [2] [3]) infantes castellanos, más algunos aliados nativos, desembarca en Tenerife por Añaza.

Se llega a acuerdos de paz con Añaterve de Güimar y con los menceyes de Icod (Icod de los Vinos), Daute, Adeje y Abona, que forman el llamado bando de paces. Las conversaciones con Beneharo de Anaga no llegan a acuerdo alguno. La alianza militar contra los españoles (bando de guerra) queda compuesta por los menceyatos de Taoro (Bencomo), Tacoronte (Acaymo), y Anaga (Beneharo). La disposición de los diferentes menceyatos se expone en el mapa a la izquierda.

Derrota castellana en Acentejo, paralización de la conquista

Batalla de Acentejo
  • 1494, mayo; Primera Batalla de Acentejo, la denominada también Matanza de Acentejo, que vino a producirse en el fondo del barranco del mismo nombre, en el punto por donde hoy discurre el Camino de Santo Domingo[1], y en la que los españoles se apoyan por vez primera en sus alianzas con los guerreros de Güimar y de Gran Canaria, cayendo todo el ejercito en una emboscada del hermano de Bencomo, Tinguaro o Chimechia (según las fuentes), y siendo finalmente masacrados por los guerreros de refresco que acompañaban a Bencomo.

El acopio de nuevas tropas

  • 1494, junio; Después de la batalla de Acentejo, Alonso Fernández de Lugo regresó a Gran Canaria, prácticamente sin tropa tras la mortandad sufrida en la batalla (entre 1.000 y 2.000 soldados y tropas auxiliares, según los distintos historiadores) y estableció relación con Francisco de Palomar, Nicolás de Angelote, Guillermo del Blanco y Mateo Viña, mercaderes genoveses que se encontraban en Gran Canaria. Estos dan el 15 de junio un poder a Gonzalo Xuárez Maqueda ante Gonzalo de la Rubia, escribano público, para trasladarse a España y conseguir la asociación de nobles y plebeyos a la empresa. [2]
  • 1494, agosto y septiembre; Maqueda llegó a Cádiz y en vista de su falta de éxito en aquella ciudad, pasa a San Lúcar de Barrameda, donde solicita el socorro de Juan Guzmán, duque de Medina Sidonia, a quien "consideró como tan del servicio de Dios en la dilatación de su santo nombre, y del servicio del Rey en el aumento de sus vasallos, añadiéndose aquella isla de Tenerife a las otras que estaban conquistadas". [2]
  • 1494, octubre; El duque acepta participar en la empresa con "600 hombres y 30 de a caballo, nombrando maestre de Campo a Bartolomé Estupiñán Cabeza de Vaca, y por capitán de los 30 jinetes a Diego de Mesa, y otros capitanes y oficiales para la referida infantería"[2] (Béthencourt Alfonso da la cifra de 670 peones y 80 jinetes [1]). A este contingente se sumaron unos 500 soldados castellanos, que fueron preparados por el Adelantado y su amigo Lope Fernández de la Guerra, entre los que se encontraban los que escaparon del desastre de Acentejo así como un pequeño contingente enviado por Doña Inés Peraza, señora de Lanzarote[2].

El desembarco

  • 1494, noviembre; La tropa reunida embarca en seis carabelas y en una docena de barcazas y carabelas menores, dirigiéndose al puerto de Santa Cruz de Tenerife. El total de hombres ascendía a unos 1.200, con una pequeña compañía de caballería y algo de artillería, es decir una tropa ligeramente inferior en número a la que sufrió el año anterior la derrota en el barranco de Acentejo, aunque mejor preparada y adiestrada. Sobre el 10 de noviembre desembarcó de nuevo en Tenerife, por Añaza, con el propósito de llevar a cabo la conquista definitiva de la última isla que no reconocía aún la soberanía de la Corona de Castilla.[2].

Desarrollo de la batalla

Situación estratégica de los dos bandos

Después de fortificar el real de Santa Cruz con dos torreones, el ejercito castellano se dispuso, en la madrugada del día 13 al 14, en orden de marcha al pie del camino de La Cuesta, que era un punto estratégico por donde se realizaba -y realiza- la ascensión desde la costa a Aguere o la vega de San Cristóbal de La Laguna[3]. Manteniendo el Real de Santa Cruz como base de operaciones, posibilitaba una retirada ordenada en caso de derrota, ya que contaba con la flota fondeada en la bahía.

Desde el punto de vista estratégico, la meseta de San Cristóbal de La Laguna era de vital importancia para el avance en la conquista de la isla. El camino para acceder a ella desde la costa, el camino de La Cuesta, en aquellos tiempos estaba cubierto por una vegetación extremadamente frondosa y poblada de tupido monte alto, con pinos, escobones, hayas, follados, brezos, palmeras, dragos, almácigos, sabinas y otras especies, de la que únicamente quedaba exenta "una trocha de 28 varas de ancho" abierta a través del bosque para el paso de los ganados trashumantes, que arrancaba junto a la parte sur de lo que hoy es el Cuartel de San Carlos, por el antiguo camino de las Pescadoras, para unirse al Camino Viejo de la Cuesta, a la ermita de Gracia y a La Laguna. Esa situación convertía su ascenso en tiempos de guerra en una peligrosa aventura. [4]

Lugo dejó guarnecido el campamento de Santa Cruz para evitar una sorpresa y apostó en el inicio de La Cuesta a los oficiales Juan Benítez y Fernando del Hoyo, con una importante cantidad de soldados y la orden terminante de prohibir la subida de las tropas que guardaban el real. [2]


Entretanto, los guanches avisados por la gente de la costa de la llegada de los buques, se aprestaron a la defensa. Bencomo envía emisarios a todos los menceyes del bando de guerra, que acuden con sus hombres [2], y coloca a unos 2.000 guerreros en La Cuesta, lugar por el que inevitablemente había de subir el ejército español.[3]


Bencomo envió a dos espías para que, avanzando por el barranco de Tahodio, bajasen a reconocer las fuerzas del enemigo y observasen sus movimientos; pero fueron descubiertos por los soldados de Lugo, con lo que el líder guanche no pudo contar con una información veraz sobre los movimientos del ejercito enemigo, antes del comienzo de la batalla.[3]


Esta situación condicionaba una importante ventaja estratégica inicial para el ejercito castellano, al no disponer su enemigo de ninguna información cierta sobre sus movimientos, pese a la aparente desventaja de tener que ascender por una larga cuesta de varios kilómetros (pero no de gran dificultad), flanqueada por guerreros guanches. Además, al saberse resguardadas las espaldas desde el reconstituido y fortificado real, Lugo podía arriesgar un poco más en la ascensión, mientras que Bencomo no contaba con suficientes fuerzas para cubrir un posible descalabro y cerrar el paso desde la Vega de La Laguna al interior de la isla, viéndose forzado a confiar en la agilidad de sus guerreros y en la dificultad que las suaves cumbres en torno a La Laguna pudieran ofrecer al avance castellano.


Los castellanos, militarmente, estaban mejor preparados que en la primera batalla, aunque en un número ligeramente inferior. Llevaban suficiente artillería, arcabuceros, ballesteros, piqueros y rodeleros, amén de unos 70 caballeros con armadura completa, a caballo. Los guanches llevaban sus armas tradicionales, el tamarco arrollado al brazo y el banot o banote, lanza de madera endurecida al fuego, y no portaban corazas o escudos, aunque eran expertos y temibles lanzadores de afiladas piedras, como la que dejó malherido al propio Adelantado en La Matanza de Acentejo. La proporción de 6 a 1 o de 12 a 1 (dependiendo de las fuentes) podía ser suficiente para los guanches en terreno escarpado o con ventajas estratégicas, pero era claramente insuficiente para un enfrentamiento en llano, frente a un ejercito disciplinado, cohesionado y alerta, lo contrario de lo que fue el que, comandado por el propio Lugo, resultó arrollado y aniquilado meses atrás.

La subida de La Cuesta

Conociendo Fernández de Lugo las disposiciones de los guanches por medio de vigías nativos, levanta el real de madrugada y protegido por las sombras de la noche gana el punto más alto de La Cuesta [2] sin ser visto, con los setenta de a caballo avanzando en la vanguardia, y seguidos de cerca por los aproximadamente mil hombres que Lugo quería desplazar a los altozanos de La Laguna.[3]

Primeros enfrentamientos

Al amanecer el día, los guanches advierten con sorpresa que el ejercito castellano había ascendido la trocha de La Cuesta y dominaba las lomas de la vega, por lo que retrocedieron para evitar verse sorprendidos por quienes eran sus presuntas víctimas. Bencomo reorganiza a sus huestes y con 5.000 hombres corre a toda prisa a las afueras de San Cristóbal de La Laguna, con ánimo de cortar el paso a los españoles.


Apenas se puso en marcha con sus hombres, se presentó a la vista el ejército de Lugo. El campo que cubría el todavía algo desorganizado ejército guanche, que llegaba a la carrera, abarcaba desde donde hoy está edificada la ermita de San Cristóbal hasta la Cruz de Piedra. El centro estaba mandado por Bencomo, el ala derecha por Acaymo, rey de Tacoronte y el ala izquierda por el príncipe Tinguaro, aunque el nombre de este último está en entredicho por algunos historiadores. El ejército castellano se extendía desde la actual ermita de Gracia, punto elegido por Lugo dada su altura, dominando el llano, hasta las posiciones ocupadas por las fuerzas de Bencomo. Basándose en estos datos, la batalla debió celebrarse en el llano que hoy ocupa el llamado Barrio del Timple, Barrio Nuevo o Viña Nava y la Urbanización de la Verdellada[2]


Comenzada la batalla con el asalto de las huestes guanches, la vanguardia española constituida por arcabuceros y ballesteros desordenó sus filas, sembrando el terror y la muerte entre los grupos de atacantes guanches. Después entraron en acción los piqueros y caballeros, hiriendo y matando a los fugitivos. Este primer enfrentamiento duró varias horas, con repetidos ataques frontales por parte de los guerreros de Bencomo.[2]

La caballería rompe las filas guanches

Pero la derrota era inevitable dado el terreno en que se movían los combatientes, llano y por lo tanto favorable para los españoles. Las tropas de Bencomo comenzaron a cejar, terminando por caer en retirada desordenada cuando se advirtió la llegada de los aliados guanches del bando de paces, que venían del real de Santa Cruz, ascendiendo por los barrancos. Los últimos ataques de la caballería hicieron un estrago espantoso entre los que huían.


Retirada y acoso. Bencomo, herido

Bencomo fue mal herido, también lo fue Acaymo, y Tinguaro se encontraba en desbandada, acosado por la caballería, o sea los tres jefes del ejército guanche. Entonces se ordenó la retirada hacia Tacoronte. Herido Bencomo y puesta en fuga la gente de Acaymo, las fuerzas españolas reunidas atacaron al mencey y al grueso del resto de sus tropas. Era el atardecer cuando, viendo la imposibilidad de sostenerse ante los soldados de Lugo, Bencomo ordena la retirada hacia el cerro de San Roque, paraje en que podía escapar a la persecución de la caballería y en donde su gente podría defenderse mejor.[2]


Desbandada, muerte de Tinguaro y Bencomo

Ya herido Tinguaro en la batalla, continuó defendiéndose en la falda del cerro del acoso de los soldados de a caballo, ascendiendo cerro arriba. Pero en lo alto del repecho surge Martín Buendía, soldado español que seguramente procedía directamente del real de Santa Cruz, a través del barranco de Santos (al pie del real castellano) que continuando por el del Drago lo une con los altos de La Laguna, y con la pica en alto se dirige al encuentro del príncipe guanche. [2] Tinguaro, mal herido y débil por la sangre que perdía, le habla en guanche para advertirle que era príncipe, pero el castellano le traspasa con la pica. Este suceso se superpone en algunos historiadores con el de la muerte, un par de horas más tarde, del propio Bencomo y además entra en conflicto con lo narrado por algún historiador, según el cual Tinguaro muere en Taoro a los dos días de la batalla, a consecuencias de sus heridas. Espinosa cita al respecto:

Entre otros peleó ese día valentísimamente el rey de Taoro, porque con una alabarda, dicen se defendió de siete hombres de a caballo, y al cabo se escapó dentre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Mas aunque destos se escapó, no pudo escaparse de un fulano de Buendía, que sin conocerlo ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía ser el Mencey, que es rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que le pasó con la lanza en un barranquillo estrecho, do quedó….

Espinosa,A. Historia de Nuestra Señora de Candelaria, Goya ediciones, Tenerife.

Después de muerto Tinguaro, su cadáver fue trasladado al real de los españoles para comprobar si era el famoso capitán que tanto estrago hizo en la primera Batalla de Acentejo. Tantos fueron los golpes que recibió el cadáver, que el rostro y el cuerpo quedaron muy desfigurados, no pudiendo afirmar los prisioneros guanches si era Tinguaro o Bencomo[3]. El Adelantado, en la duda de si era uno u otro, ordenó que le cortaran la cabeza y puesta en una pica la llevaran al campo enemigo. Los guanches de Acentejo la recogieron para honrarla con una ceremoia fúnebre;[2] la comitiva se dirigió al reino o menceyato de Taoro, acompañando Guajara, su esposa, los restos del príncipe guanche.


En una última y suicida intentona, las menguadas fuerzas guanches, dirigidas por un malherido Bencomo, tratan de romper hacía los altos de La Laguna, pero son cazados antes de llegar a ellos por la caballería castellana, seguida muy de cerca por los piqueros y rodeleros, algunos de los cuales acaban con la vida del caudillo guanche, además de exterminar a cientos de guerreros en su huída. Los demás huyen hacia Taoro. Al día siguiente eligieron a su hijo Bentor como nuevo mencey.[3]


Aunque algunos historiadores plantean dudas sobre la muerte de Bencomo en la batalla, para la mayoría parece indiscutible que muere en el combate, basándose en la declaración de los testigos aportada en la información de Margarita Guanarteme (1526), que explica como en dicha acción "mataron al Rey Grande que se llamaba el Rey Venitomo de Taoro, y don Alonso de Lugo envió a Fernando Guanarteme para que se viera con el rey Ventor, hijo de Venitomo, para requerirle se diese volviendo con la respuesta que el nuevo rey no se quería dar…" .[5]

En cuanto a las bajas entre los guanches durante esta batalla, oscilan entre los más de 2.600 que cita Marín y Cubas, hasta los 1.700 que otorga Viana. Las cifras españolas de muertos oscilan, según fuentes, entre 30 y 55 muertos y algunas docenas de heridos.[3] [2] [5]

Destrucción final (Victoria de Acentejo)

Un mes más tarde, Fernandez de Lugo penetró desde el norte de la isla en dirección a Taoro, donde unos 6.000 guerreros guanches le esperaban en un barranco del actual municipio de La Victoria de Acentejo, muy cerca del lugar en donde se había producido la gran victoria guanche meses atrás. Pero Lugo no pensaba ahora consentir que la impedimenta y el ganado robado le estorbasen en sus movimientos: la caballería, perfectamente organizada, cargó tras la primera lluvia de saetas, balas de cañón y descargas de arcabuces. La victoria castellana en lo que también se llamó Segunda Batalla de Acentejo y el hundimiento de la resistencia aborigen fue total. Bentor, hijo de Bencomo, se suicidó siguiendo el ritual guanche, despeñandose por ladera de Tigaiga. La conquista de Tenerife se consumó, si bien la isla no se incorpora formalmente a la corona de Castilla hasta el verano de 1496. El papel que pudo tener en la derrota la llamada "modorra guanche", nombre dado por algunos historiadores a la supuesta epidemia resultante de los miles de cadáveres insepultos en la primera Batalla de Acentejo (y eventualmente en la de Aguere), que habría dejado sin fuerzas y postrados a gran número de guerreros, no está totalmente certificado.

Consecuencias para la conquista

Rendición del bando de guerra ante Fernandez de Lugo, 25 de julio de 1496

Se puede afirmar que la batalla decidió la conquista de la isla de Tenerife y puso el punto y final a la conquista de las Islas Canarias. La victoria de las tropas castellanas sobre los llamados bandos de guerra, Taoro, Tegueste, Tacoronte y Anaga, unida según algunos a las plagas causadas por la corrupción de los cadáveres insepultos en el campo de batalla (la "modorra de los guanches") y a la muerte de su principal líder, el mencey de Taoro, y de sus mejores capitanes, trajo las sucesivas derrotas que decidieron el rápido final de la enconada resistencia del pueblo guanche a la conquista.[2]


Tras la batalla, Benytomo es nombrado mencey de Taoro y líder de la liga contra los españoles (bando de guerras). Después de la amarga derrota en la segunda batalla de Acentejo, el bando de guerras acepta la Paz de Los Realejos, el 25 de julio de 1496, donde Benytomo de Taoro, Acaymo de Tacoronte y Beneharo de Anaga firman el pacto por el cual los guanches de Tenerife se cristianizan y se confederan "a los reinos de las Españas". En septiembre de 1496, los distritos de Adeje, Abona, Daute e Icod ( el actual Icod de los Vinos), se suman al Pacto de Los Realejos, mientras que pequeños grupos residuales de rebeldes permanecen en las cumbres. La conquista castellana del archipiélago canario se da por finalizada.


En agosto de 1502 se produce un pequeño rebrote de rebelión: Ichasagua es proclamado mencey de Adeje, restableciendo el "trono universal de Tenerife". Una expedición militar española contra los rebeldes, somete la sublevación tras varios meses y tras un acuerdo final con los sublevados, cuyo lider, Ichasagua, se suicida ante los ojos de los emisarios.


La batalla de Aguere en la Literatura

Son muy escasas las referencias históricas sobre la batalla, pese a la esencial importancia de la misma para la configuración geopolítica de la España del siglo XV al XVIII y para todo el desarrollo de Canarias. Esta inexplicable ausencia, se nota igualmente en los relatos literarios, que apenas rozan su existencia. Además del ya citado Miguel de Unamuno.[1], apenas se encuentran otros relatos, aunque algunos son tan bellos como el escrito por Luis Vea García en el 2002, y uno de cuyos fragmentos se reproduce:

"Beneharo ignoraba el cruel fin que había deparado al rey palmero y sin embargo estaba dispuesto a luchar hasta el final para conservar un pedazo de tierra rodeada de acantilados pero con fértiles pastos para los rebaños de la tribu. Ansiaba la paz pero, paradójicamente, plantó batalla al ejercito del español con armas de madera y piedras contra arcabuces y espadas de metal. Una nueva masacre se gestó en Aguere y los escasos efectivos guanches, cercados entre peñas por el enemigo, se arrojaron al vacío ante la impávida mirada de los españoles, incapaces de entender que para los guanches la rendición era poco menos que una segura esclavitud. Salvado por los accidentes geográficos pudo huir el rey de la refriega, corriendo de risco en risco, de peña en peña, gritando a sus dioses - Achamán, dios de la creación, y Guayota, dios de los infiernos- y repitiendo sus nombres al unísono que el eco reiteraba las palabras para acabar enviando su cuerpo a las frías aguas del Atlántico, océano que jamás logró navegar y que acogió sus restos con una leve flotación. Fue bautizado con el nombre de rey loco por que su voz todavía se repite de piedra en piedra y de roque en roque clamando justicia a los dioses. Poco después de aquella derrota, que fue victoria para las tropas del Adelantado, mandó éste construir la ciudad de la Laguna que sería durante años la capital de la isla de Tenerife. Transcurrido el tiempo,entre los nativos se contaba la historia de Beneharo, el rey loco, que tras ver arrojarse al vacío a los suyos siguió corriendo aclamando a sus dioses y que jamás pudo ser vencido por las tropas españolas. Por su parte, Fernández de Lugo completó la conquista y pudo presentarse ante los Reyes Católicos como el hombre que anexionó a la corona castellana las islas de Tenerife y La Palma. Los acantilados de Anaga permanecen todavía casi vírgenes, las carreteras no ahondan en sus entrañas de laurisilva, las playas son bravas y el aire sopla enloquecido lanzando mil veces el nombre de Beneharo y recordando al extranjero la derrota de Aguere. Desde los riscos de Anaga, los roques mar adentro y el mar nos sugieren la misma vista que debió contemplar el mencey antes de morir, kilómetros de agua y, a lo lejos, la silueta de la isla de Gran Canaria."[2]



Referencias

  1. 1,0 1,1 1,2 Bethencourt Alfonso, J: Historia del Pueblo Guanche II Lemus editor, La Laguna, 1997
  2. 2,00 2,01 2,02 2,03 2,04 2,05 2,06 2,07 2,08 2,09 2,10 2,11 2,12 2,13 2,14 2,15 Buenaventura Bonnet, La Batalla de La Laguna y la muerte de Tinguaro. Estudio Hermenéutica Histórica. Comisión provincial de Monumentos Históricos de Canarias, Tenerife ,1916
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 3,4 3,5 3,6 3,7 Viera y Clavijo, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, tomos del I al IV
  4. Primera y Segunda Invasión de Lugo
  5. 5,0 5,1 Revista de Historia 14 (82-83) 1948 Págs. 267-273 Universidad de La Laguna, La Laguna

Veáse también

Lista de términos

  • Adelantado: oficial de un rey castellano o español en una marca fronteriza, terreno de conquista o región inexplorada, que le representaba en dicho lugar.
  • Faican: (o faycán) religioso o chamán que asesoraba a los reyes tribales (guanartemes) de la isla de Gran Canaria.
  • Bando de Guerra: los menceyatos o comarcas de una isla enfrentados militarmente a los castellanos.
  • Bando de paces: los menceyatos o comarcas de una isla que eran partidarios o aliados de los castellanos.
  • Banote: o banot, en guanche, lanza corta de madera rústicamente confeccionada, generalmente con la punta endurecida al fuego.
  • Benhaoritas: o benahoritas, aborígenes de La Palma.
  • Guanche: aborigen de Tenerife y su lengua.
  • Real: plaza fuerte o campamento fortificado donde residía la tropa y su comandante, durante una expedición militar.
  • Sigoñe: jefe guerrero
  • Tagoror: en guanche, "lugar de reunión". Se trataba de los cabildos o asambleas de los distintos menceyes de una isla, para tratar temas de gran importancia e interés común. También la plaza pública de una villa.
  • Tamarco: en guanche, capa de piel de oveja o cabra, usada por los guanches para vestirse, abrigarse o protegerse.
  • Mencey: en guanche jefe de una de las comarcas en que se dividía la isla de Tenerife.
  • Menceyatos: derivado del guanche, comarcas o demarcaciones territoriales bajo la jurisdicción de un mencey, rey o jefe guerrero. Tenerife tenía nueve.

Bibliografía

  • Viera y Clavijo, Noticias de la Historia General de las Islas canarias. Goya ediciones, 4 volúmenes, Tenerife.
  • Rodriguez Moure, J: Tenesor Semidan, o Don Fernando Guanarteme, Imprenta y librería de M. Curbelo, La Laguna, 1922.
  • Espinosa, Alonso (fray). Historia de Nuestra Señora de Candelaria, Goya ediciones, Tenerife.
  • Buenaventura Bonnet, La Batalla de La Laguna y la muerte de Tinguaro. Estudio Hermenéutica Histórica. Comisión provincial de Monumentos Históricos de Canarias, Tenerife ,1916
  • Abreu y Galindo, J. de, Historia de la conquista de las siete islas de Canarias, en A. Cioranescu (ed) Goya ediciones, Tenerife, 1977 ISBN 84-4003645-0
  • Bethencourt Alfonso, J: Historia del Pueblo Guanche II Lemus editor, La Laguna, 1997.
  • Berthelot, Sabino. Etnografía y Anales de la Conquista de Las Islas Canarias. Ed. Goya. Santa Cruz de Tenerife. 1978. ISBN 84-85437-00-4.
  • Blanco, Joaquín. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias. Ed. Rueda. Madrid 1983. ISBN 84-7207-029-8
  • Acosta,José Juan ; Rodríguez Lorenzo, Félix ; L. Quintero, Carmelo Padrón, Conquista y Colonización .Santa Cruz de Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria, 1988
  • VV.AA. Historia de Canarias. Vol. I Ed. Prensa Ibérica. Valencia 1991. ISBN 84-87657-10-9
  • 1 La Laguna de Tenerife,Miguel de Unamuno, (Las Palmas, agosto de 1909)
  • 2 La cordura del mencey loco, Luis Vea García,http://luisveagarcia.blogia.com/2005/septiembre.php#dia05

Enlaces externos