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Drago de Icod de los Vinos

De EnciclopediaGuanche

Drago de Icod de los Vinos

El conocido como Drago Milenario de Icod de los Vinos se encuentra en el municipio de Icod de los Vinos, al norte de la isla de Tenerife (Canarias) es un enorme ejemplar de drago (Dracaena draco) declarado Monumento Nacional en 1917.

Se le atribuye una edad de miles de años si bien ningún estudio ha podido confirmar dicha longevidad, siendo más probable que la planta tenga unos cuantos cientos de años. Este drago constituye el símbolo de Icod, como se puede apreciar en el escudo de armas de dicha localidad canaria. En el entorno del drago existe un parque llamado "Parque del Drago" que exhibe distintas especies vegetales endémicas de Tenerife. También es el símbolo vegetal de la isla de Tenerife.

Leyenda

Una tarde en la remota antigüedad, cierto navegante mercader llegaba de las costas mediterráneas en busca de sangre de Drago..... producto muy en boga y de gran importancia en la elaboración de ciertas preparaciones de la farmacopea, y desembarcó por la playa de San Marcos, de Icod de los Vinos para llevar a efecto su lucrativo propósito.

Estando ya en la playa sorprendió allí a unas infantas o damas de esta tierra, que conforme al rito tradicional se bañaban solas en el mar aquella tarde veraniega.

El intruso navegante las persiguió, logrando apoderarse de una de ellas. Esta trató astutamente de conquistar el corazón del extraño viajero para mejor buscarlo y lograr huir, y mostrándoles signos de consideración y amistad les ofreció algunos hermosos frutos de la tierra.

Para aquel navegante que venía detrás de la sangre del Drago, y traía metido en la imaginación y en el alma el mito helénico de las Hespérides, los frutos que aquella dama de esta tierra le ofreciera, pudieron muy bien parecerle las manzanas del mítico jardín. Mientras él comía gustosamente desprevenido, la bella aborigen saltó ágil al otro lado del barranco, y a todo correr huía hacia el bosquecillo cercano escondiéndose tras la arbólela.

El viajero sorprendido en principio trató de perseguirla de cerca, pero vio con sorpresa que algo se interponía en su camino, que un árbol extraño movía sus hojas como dagas infinitas, y que el tronco parecido al cuerpo de una serpiente se agitaba con el viento marino y entre sus tentáculos se ocultaba la bella doncella guanche.

El navegante lanzó el dardo que llevaba en sus manos, contra lo que a él se le figuró un monstruo, con gran miedo y asombro y al quedarse clavado en el tronco, del extremo de la jabalina empezó a gotear sangre líquida del Drago.

Confuso y atemorizado el hombre huyó laderas abajo, se metió en su pequeña barca y se alejó de la costa; porque iba pensando en su corazón, que había sorprendido en el jardín a una de las Hespérides a la que salió a defender el mítico Dragón.

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