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Jean-Baptiste Lamarck

De EnciclopediaGuanche

Jean-Baptiste Lamarck
Jean-Baptiste de Lamarck.jpg
Nacimiento 1 de agosto de 1744
Bazentin, Alta Francia, Francia
Fallecimiento 18 de diciembre de 1829 (85 años)
París, Francia
Residencia Francia
Nacionalidad Francesa
Empleador Museo Nacional de Historia Natural de Francia
Conocido por haber propuesto una de las primeras teorías de la evolución biológica


Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet Chevalier de Lamarck (Bazentin; 1 de agosto de 1744 - París; 18 de diciembre de 1829) fue un naturalista francés, uno de los grandes hombres de la época de la sistematización de la Historia Natural, cercano en su influencia a Linneo, Leclerc y Georges Cuvier.

Lamarck formuló la primera teoría de la evolución biológica,[1] en 1802 acuñó el término «biología» para designar la ciencia de los seres vivos y fue el fundador de la paleontología de los invertebrados.

Teoría de la evolución de Lamarck (lamarckismo o transformismo)

Lamarck-tabla.jpg

Lamarck formuló la primera teoría de la evolución. Propuso que la gran variedad de organismos, que en aquel tiempo se aceptaba que eran formas estáticas creadas por Dios, habían evolucionado desde formas simples; postulando que los protagonistas de esa evolución habían sido los propios organismos por su capacidad de adaptarse al ambiente: los cambios en ese ambiente generaban nuevas necesidades en los organismos, y esas nuevas necesidades conllevarían una modificación de los mismos que sería heredable.

Se apoyó para la formulación de su teoría en la existencia de restos de formas intermedias extintas. Con su teoría se enfrentó a la creencia general por la que todas las especies habían sido creadas y permanecían inmutables desde su creación. También se enfrentó al influyente Cuvier[2] que justificó la desaparición de especies, no porque fueran formas intermedias entre las primigenias y las actuales, sino porque se trataba de formas de vida diferentes, extinguidas en los diferentes cataclismos geológicos sufridos por la Tierra.

La teoría de Lamarck es una teoría sobre la evolución de la vida, no sobre su origen, que, en aquel entonces, se aceptaba, surgía espontáneamente en sus formas más simples. Sería 50 años después cuando Pasteur demostrara que todo proceso de fermentación y descomposición orgánica se debe a la acción de organismos vivos y que el crecimiento de los microorganismos en caldos nutritivos no era debido a la generación espontánea. Lamarck tuvo que esbozar su teoría en un tiempo en el que el estado de las ciencias naturales era “caótico”, "formuladas en una época en que ni siquiera se podía entrever la posibilidad lejana de fundarlas sobre hechos evidentes".[3]

El estado caótico del conocimiento en torno a los fósiles, la anatomía y la taxonomía antes del evolucionismo, la pregunta: «¿Cómo es que a nadie se le ocurrió antes pensar en el evolucionismo?» se convierte en «¿Cómo es posible que a alguien se le ocurriera pensar en el evolucionismo?».

Leon Harris.


Para Lamarck, la observación de la naturaleza, donde los organismos se encuentran perfectamente adaptados al ambiente en el que se desarrollan, llevaba a la siguiente alternativa: o los organismos fueron creados con todas las adaptaciones a todos los ambientes existentes en la Tierra y estos ambientes no habían cambiado desde sus orígenes, como se aceptaba entonces; o los organismos se adaptaban a estos ambientes y por consiguiente iban modificando su estructura conforme el ambiente iba cambiando, como él proponía.[4]

Lamarck, al tiempo que formuló la evolución de la vida, propuso un mecanismo por el que ésta evolucionaría. Para Lamarck la naturaleza habría obrado mediante "tanteos": "Con relación a los cuerpos vivientes, la Naturaleza ha procedido por tanteos y sucesivamente",[5] y su teoría podría sintetizarse en: las circunstancias crean la necesidad, esa necesidad crea los hábitos, los hábitos producen las modificaciones como resultado del uso o desuso de determinado órgano y los medios de la Naturaleza se encargan de fijar esas modificaciones. Describió esta evolución como consecuencia de seis puntos:

  1. Todos los cuerpos organizados (organismos) de la Tierra han sido producidos por la naturaleza sucesivamente y después de una enorme sucesión de tiempo.
  2. En su marcha constante, la Naturaleza ha comenzado, y recomienza aún todos los días, por formar los cuerpos organizados más simples, y que no forma directamente más que estos. Es decir, que estos primeros bosquejos de organismos son los que se ha designado con el nombre de generaciones espontáneas.
  3. Estando formados los primeros bosquejos del animal y del vegetal han desarrollado poco a poco los órganos y con el tiempo se han diversificado.
  4. La facultad de reproducción inherente en cada organismo ha dado lugar a los diferentes modos de multiplicación y de regeneración de los individuos. Por ello los progresos adquiridos se han conservado.
  5. Con la ayuda de un tiempo suficiente, de las circunstancias, de los cambios surgidos en la Tierra, de los diferentes hábitos que ante nuevas situaciones los organismos han tenido que mantener, surge la diversidad de estos.
  6. Los cambios en su organización y de sus partes, lo que se llama especie, han sido sucesiva é insensiblemente formados. Por lo que la especie no tiene más que una constancia relativa en su estado y no puede ser tan antigua como la Naturaleza.[6]

Formuló dos leyes:

Así, para llegar a conocer las verdaderas causas de tantas formas diversas y de tantos hábitos diferentes como nos ofrecen los animales, es preciso considerar que las circunstancias infinitamente diversificadas, en las cuales se han encontrado los seres de cada raza, han producido para cada uno de ellos necesidades nuevas y cambios en sus hábitos necesariamente. Reconocida esta verdad, que nadie podrá negar, será fácil percibir cómo las nuevas necesidades han podido ser satisfechas y los nuevos hábitos adquiridos, si se presta alguna atención a las dos siguientes leyes de la Naturaleza, que siempre ha comprobado la observación:

Primera ley: en todo animal que no ha traspasado el término de sus desarrollos, el uso frecuente y sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia proporcionada a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano le debilita y hasta lo hace desaparecer.

Segunda ley: todo lo que la Naturaleza hizo adquirir o perder a los individuos por la influencia de las circunstancias en que su raza se ha encontrado colocada durante largo tiempo, y consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por la de su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos individuos, con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos, o a los que han producido estos nuevos individuos.

Lamarck, Filosofía zoológica. pp. 175-176.


Lamarck, con estas leyes, sostuvo que si una “raza” (esto es, un grupo de organismos) estaba sometida a las mismas condiciones ambientales y estas condiciones se prolongaran durante mucho tiempo, se transformarían adaptándose a ese ambiente. Como mecanismo, propuso que las trasformaciones que los organismos sufrimos en vida sometidos a los diferentes ambientes, con el tiempo se fijarían en su descendencia, lo que hoy conocemos como transferencia horizontal.

<math>

\underbrace{ Ambiente \rightarrow Sentimiento \rightarrow \acute{O}rgano }^{}_{Trasformaci\acute{o}n}

</math>

Advirtió que ese proceso es un proceso tan lento que desde nuestra capacidad de observación pasaría inadvertido. Según estas leyes los cambios se producen no en el individuo sino en la población (no en uno o varios individuos, sino en el conjunto de individuos del grupo) y no son cambios inmediatos sino que se fijarían a lo largo de un prolongado proceso.

las variaciones en las circunstancias para los seres vivientes, y sobre todo para los animales, producen cambios en sus necesidades, en sus hábitos y en el modo de existir, y si estos cambios dan lugar a modificaciones o desarrollos en los órganos o en la forma de sus partes, se debe inducir que insensiblemente todo cuerpo viviente cualquiera debe variar en sus formas o sus caracteres exteriores, aunque semejantes variaciones no llegasen a ser sensibles más que después de un tiempo considerable. […] En cada lugar donde los seres pueden habitar, las circunstancias que establecen en él un orden de cosas permanecen largo tiempo siendo las mismas y no cambian en realidad más que con una lentitud tan grande, que el hombre no puede advertirlas directamente. Está obligado a consultar los monumentos para reconocer que en cada uno de aquellos lugares el orden de cosas establecido no ha sido siempre el mismo. Las razas de animales que viven en cada uno de ellos deben conservar en él largo tiempo sus hábitos. De aquí para nosotros la aparente constancia de las razas que llamamos especies, constancia que hizo nacer en nuestro pensamiento la idea de que las razas son tan antiguas como la Naturaleza.

Lamarck, Filosofía zoológica, pp. 69, 174.


Las ideas de Lamarck no fueron tomadas en cuenta en su época, aunque su libro Filosofía zoológica, donde plasmó su teoría, circuló por Francia y también por Inglaterra, obra a la que tuvo acceso el propio Darwin.[7]

Fue después de formulada la teoría de la selección natural cuando los evolucionistas retomaron el pensamiento de Lamarck intentando suplir el vacío que la selección natural dejaba al no explicar la fuente de la variabilidad sobre la que tal selección actuaba. El propio Darwin, al tiempo que denostaba la teoría de Lamarck, intentó cubrir ese vacío postulando la “pangénesis”, un mecanismo de transferencia horizontal lamarkiano.[8] Y sería a principios del siglo XX cuando Weismann lo refutara con la formulación de la conocida como “barrera Weismann” por la que se consideraba que existiendo dos líneas, la germinal y la somática, no cabría la posibilidad de transferencia de información entre la una y la otra. Malinterpretando a Lamarck desarrolló un experimento que supuestamente refutaba su teoría: cortó el rabo a sucesivas generaciones de ratones para demostrar que sus descendientes no nacían con el rabo cortado.[9]

Desde entonces, el Lamarckismo se ha simplificado con argumentos que vienen a caricaturizarlo: «En pueblos donde el herrero hereda el oficio de su padre, su abuelo y su abuelo, se pensaba que heredaba también unos músculos bien desarrollados. sólo los heredaba sino que los desarrollaba más con el ejercicio, y pasaba estas mejoras a su hijo».[10][11][12] Ya en vida, Lamarck se tendría que defender de argumentos parecidos:

No obstante, se objeta todavía que todo lo que se ve anuncia, relativamente al estado de los cuerpos vivientes, una constancia inalterable en la conservación de su forma, y se piensa que todos los animales cuyo recuerdo nos ha transmitido la historia resaltan siempre los mismos y no han perdido ni adquirido nada en el perfeccionamiento de sus órganos y en la forma de sus partes. [...]

«No se puede por menos —dicen los autores— contener los vuelos de la imaginación, cuando todavía se ve conservado con sus menores huesos, sus menores pelos y sus menores detalles tal animal que antes tenía en Tobas o en Menfis sacerdotes y altares. Pero sin extraviarnos en todas las ideas que hacen nacer semejantes aproximaciones, limítense a exponer que estos animales son perfectamente semejantes a los actuales» (Anales del Museo de Historia Natural.) [...]

Nada existe, por tanto, en la observación que acaba de ser citada que resulte contrario a las consideraciones que llevo expuestas sobre este asunto, ni que pruebe que los animales de que se trata hayan existido en todo tiempo en la Naturaleza, pues demuestra solamente que vivían en Egipto hace dos o tres mil años. Y todo hombre que posee el hábito de reflexionar y de observar al propio tiempo los documentos de la enorme antigüedad que muestra la Naturaleza, aprecia en su verdadero valor la insignificante cifra de tres mil años con relación a las épocas geológicas.

Lamarck, Filosofía zoológica.


Durante el siglo XX el lamarckismo ha sido defendido por diferentes evolucionistas,[13] y el conocido como “efecto Baldwin” (enunciado por James Marck Baldwin y C. Loyd Morgan a finales del siglo XIX), una versión edulcorada de lamarckismo según la cual los hábitos sostenidos de las especies, por selección natural, se fijarían en la herencia, se mantiene como plausible para resolver algunas dificultades del neodarwinismo.[14][15]

Avanzado el siglo XX, la “barrera Weismann” se ha mostrado franqueable, sin poderse probar que los caracteres adquiridos no puedan llegar a ser heredables.[16][17] La transferencia horizontal se ha demostrado en casos, y se ve en los virus, con su capacidad de intercambio genético, a los posibles actores de tales transferencias. También, en la simbiosis, se ha demostrado la existencia de transferencia genética, y en su grado de máxima integración, la simbiogénesis, ha demostrado la eclosión de nuevas individualidades, quimeras que integran a sus simbiontes. El paso de procariotas a eucariotas, descrito en la endosimbiosis seriada, fue consecuencia de estos procesos simbiogenéticos; aunque Mayr y Maynard Smith en los años 90 opinaban que estos procesos nada tienen que ver con el Lamarckismo. Gould (1977) diría: «Dudo que el lamarckismo pueda volver a experimentar un resurgimiento como teoría viable de la evolución».[18]

Al día de hoy, en mayoría, la comunidad científica considera el paradigma neodarwinista satisfactorio para explicar la evolución biológica, no considerando válido el lamarckismo. No obstante, Lynn Margulis, entre otras y otros, considera que «una sugerencia principal para el nuevo siglo en biología es que el difamado eslogan del lamarckismo, "la herencia de los caracteres adquiridos" no debe ser todavía abandonado: tan sólo debe ser refinado cuidadosamente».[19]


Referencias

  1. A Lamarck corresponde la imperecedera gloria de haber sido el primero en elevar la teoría de la descendencia a la altura de una teoría científica independiente y de haber hecho de la filosofía de la Naturaleza la base sólida de toda la biología.

    Ernesto Hæckel, Prólogo Filosofía Zoológica, Prólogo, p. VIII.

  2. Esta imagen de fracaso olvidado fue fomentada por las dos figuras más ilustres de la historia natural decimonónica: Cuvier y el propio Darwin. Este último dijo poco de Lamarck, pero su denigración todavía impregna nuestra visión del personaje. Cuvier fue mucho más dañino.[…] Tras ridiculizar el método general de construcción de sistemas, Cuvier monta su segundo ataque y desmantela el sistema de Lamarck, en particular su visión evolucionista. Cuvier hizo un flaco servicio a su colega al caricaturizar la evolución lamarckiana como el resultado de la voluntad orgánica, basada en deseos y traducida en el progreso filético. Una vez más, su brillante retórica se pone al servicio de la distorsión flagrante. Gould, (2005), pp. 197-198.

  3. Las opiniones expresadas por Lamarck, en 1809, en estas teorías, son asombrosamente atrevidas; son, además, amplias, grandiosas y fueron formuladas en una época en que ni siquiera se podía entrever la posibilidad lejana de fundarlas sobre hechos evidentes, como podemos hacer hoy. Ya lo veis; la obra de Lamarck es verdadera, plena y estrictamente monística, es decir, mecánica; así, la unidad de las causas eficientes en la naturaleza orgánica y anorgánica, la base fundamental de estas causas atribuida a las propiedades físicas y químicas de la materia; la ausencia de una fuerza vital especial o de una causa final orgánica; la procedencia de todos los organismos de un corto número de formas antepasadas, salidas por generación espontánea de la materia; la perpetuidad no interrumpida de la evolución geológica; la ausencia de revoluciones y especialmente la inadmisibilidad de todo milagro; en una palabra, todas las proposiciones más importantes de la biología monística están ya formuladas en la FILOSOFÍA ZOOLÓGICA. Ernesto Hæckel. Filosofía zoológica, (prólogo).

  4. El hecho es que los diversos animales tienen, según su género y su especie, hábitos particulares y una organización que se encuentra en relación con ellos. De la consideración de este hecho parece que se está en libertad de admitir, sea una, sea otra de las dos conclusiones siguientes, aunque ninguna de ellas puede probarse:

    Conclusión admitida hasta hoy.— La Naturaleza (o su autor) al crear los animales, previó todas las especies posibles de circunstancias en las cuales tendrían que vivir y dio a cada especie una organización constante, así como una forma determinada e invariable en sus partes, que fuerzan a cada especie a vivir en los lugares y los climas donde se la encuentra y a conservar en ellos los hábitos que se la conocen.

    Mi conclusión particular.— La Naturaleza, al producir sucesivamente todas las especies de animales y comenzando por los más imperfectos o los más simples, para terminar su obra por los más perfectos, ha complicado gradualmente su organización, y estos animales, esparciéndose por todas las regiones del globo, cada especie ha recibido de la influencia de las circunstancias en las cuales se ha encontrado los hábitos que conocemos y las modificaciones en sus partes que nos muestra la observación.

    La primera de estas dos conclusiones es la corriente en la actualidad. Supone en cada animal una organización constante y partes que no han variado nunca. Supone aún que las circunstancias de los lugares que habita cada especie de animal no cambian jamás, porque si variasen, los mismos animales no podrían vivir en ellos.

    La segunda conclusión es solo mía. Supone que por la influencia de las circunstancias sobre los hábitos, y en seguida por la de los hábitos sobre el estado de las parles y hasta sobre el de la organización, cada animal puede recibir en sus partes y su organización modificaciones susceptibles de llegar a ser muy considerables y de haber dado lugar al estado en que encontramos a todos los animales.

    Para sostener que esta segunda conclusión resulta sin fundamento, hay necesidad por de pronto de probar que cada punto de la superficie del globo no varía nunca en su Naturaleza, su exposición, su situación elevada ó profunda, su clima, etc., y probar después que ninguna parte de los animales sufrió modificación alguna al través de los tiempos por el cambio de las circunstancias y por la necesidad que les obliga a otro género de vida y de acción que los habituales.

    Lamarck, Filosofía zoológica, p. 198.

  5. Lamarck, Filosofía zoológica, introducción, p. XVIII.
  6. Lamarck, Filosofía zoológica.
  7. Creo que Lamarck tuvo mucha más influencia sobre Darwin de lo que reconoce la tradición (un punto avanzado también por otros historiadores de la ciencia: véase Corsi, 1978; Mayr, 1972, pág. 90)[…] Darwin dijo poco de Lamarck en sus publicaciones. La única referencia explícita a la teoría lamarckiana en el Origen es un cicatero elogio en el prefacio histórico añadido a las ediciones posteriores a la primera. Pero sabemos que Darwin estudió a Lamarck intensamente y no le gustó lo que leyó. Tenía un ejemplar de la edición de 1830 de la Phiiosophie zoologique (véase Hull, 1985, pág. 802) que leyó al menos dos veces y del que tomó gran cantidad de notas. Lo que quizá sea más importante es que Lamarck proporcionó a Darwin una introducción al tema de la evolución a través de la imparcial pero crítica exégesis de Lyell en sus Principies of Geology.

    Gould, 2002, pp. 219-221

  8. La teoría de Lamarck fue ampliamente malinterpretada como tan sólo la herencia de caracteres adquiridos, o caricaturizada como cambios resultantes de la voluntad de realización de los organismos. Medio siglo más tarde, sin embargo, Charles Darwin incluiría algunas de las ideas de Lamarck en su propia teoría de la evolución por selección natural, sin el correspondiente reconocimiento.

    Mae-Wan Ho 1988.

  9. Una idea bastante simplista que veremos planteada por “otro autor” más adelante, sino a los efectos, a largo plazo, de las circunstancias ambientales naturales que produzcan una respuesta del organismo (y cortar la cola a cientos de ratones, la supuesta demostración de Weissman de la falsedad del lamarckismo, no sólo no es una influencia ambiental, sino que es una simpleza cruel e inútil).

    Sandin, 2006, Cap. Una nueva biología para una nueva sociedad.

  10. Dawkins, El relojero ciego.
  11. Baste, por ejemplo, con señalar que si, en realidad, se pudieran heredar los caracteres adquiridos, el hecho de haber aplicado a varios centenares de generaciones la circuncisión habría hecho que los niños judíos nacieran hoy en día sin prepucio. Con todo, el problema más profundo es que la teoría lamarckiana, aun cuando, en general, hubiera resultado ser correcta, no sería capaz de explicar la complejidad adaptativa. En primer lugar, el hecho de usar un órgano no hace, por sí mismo, que el órgano funcione mejor.

    Pinker, 1995

  12. ¿Y qué decir de otra notoria herejía, el lamarckismo, es decir, la creencia en el carácter hereditario de las características adquiridas. Aquí la situación es bastante más interesante.[…] Veamos un ejemplo. La violinista desarrolla con asiduidad un magnífico vibrato, gracias fundamentalmente a los ajustes conseguidos en los tendones y ligamentos de su muñeca izquierda completamente diferentes de los que poseen su muñeca derecha, la de la mano que coge el arco. La receta para hacer una muñeca en el ADN humano produce ambas muñecas a partir de un solo conjunto de instrucciones que se aprovecha de la reflexión especular (a ello se debe que las muñecas sean tan parecidas) así que no habría un modo simple de cambiar la receta de la muñeca izquierda sin hacer el mismo cambio (no deseado) en la muñeca derecha.

    Dennett, 1999, pp. 529-533.

  13. En este sentido, el lamarckismo siguió siendo una teoría popular hasta bien entrado nuestro siglo. Darwin ganó la batalla en favor del hecho de la evolución, pero su teoría acerca del mecanismo (la selección natural) no obtuvo una popularidad amplia hasta la fusión de las tradiciones de la historia natural y la genética mendeliana en los años de la década de 1930. Más aún, el propio Darwin jamás rechazó el lamarckismo, aunque lo consideraba subsidiario a la selección natural como mecanismo evolutivo. Incluso ya en 1938, por ejemplo, el paleontólogo de Harvard Percy Raymond, escribiendo (sospecho) sobre esta misma mesa que estoy utilizando ahora, dijo acerca de sus colegas: «Probablemente la mayor parte de ellos sean lamarckistas de alguna manera; al crítico poco caritativo le podría parecer que hay muchos que son más lamarckistas que Lamarck». Hemos de reconocer la continuada influencia del lamarckismo para comprender una buena parte de las teorías sociales. Sombras de Lamarck de un pasado inmediato, ideas que se vuelven incomprensibles si las encajamos a la fuerza dentro del marco darwinista que a menudo damos por supuesto que tienen.

    Gould, El pulgar del panda, p. 69.

  14. Otro fenómeno que lleva toda una serie de nombres incluido el de «efecto Baldwin» y el de «asimilación genética», parece ostentar un carácter más lamarckista, pero encaja igualmente bien en una perspectiva darwinista. Por elegir la ilustración clásica: los avestruces tienen callosidades en las patas donde suelen arrodillarse sobre un suelo duro; pero las callosidades se desarrollan ya dentro del huevo, antes de que puedan ser usadas. ¿Acaso no requiere esto un escenario lamarckista? Unos antepasados de patas lisas empezaron a arrodillarse y a adquirir callosidades como adaptación no genética, del mismo modo que nosotros, según nuestra profesión, desarrollamos callosidades de escritor, o plantares. Estas callosidades fueron seguidamente heredadas como adaptaciones genéticas, formándose mucho tiempo antes de ser utilizadas.

    Stephen Jay Gould, El pulgar del panda, 1980, p. 74.

  15. De modo similar podemos decir que el lamarekismo, especialmente la doctrina según la cual los órganos evolucionan bajo la influencia de su uso y degeneran bajo el influjo de su desuso, se ha visto explicado, en cierto sentido, en términos de selección natural gracias a J. M. Baldwin (un filósofo de Princeton), a Waddigton, a Simpsom y a Frwin Schródinger. […] Han mostrado de qué modo la evolución lamarckista, mediante la instrucción, puede ser simulada por la evolución darwinista mediante selección natural. […] La dificultad real del darwinismo es el problema, de sobra conocido, de explicar los desarrollos evolucionistas que aparentemente están dirigidos a un fin, como nuestros ojos, recurriendo a un número de pasos muy pequeños, pues, según el darwinismo, cada uno de estos pasos es el resultado de una mutación puramente accidental. Es difícil explicar que todas esas mutaciones accidentales e independientes hayan tenido un valor de supervivencia. Es, especialmente, el caso de la conducta heredada de Lorena. El “efecto-Baldwin” —es decir, la teoría de un desarrollo puramente darwinista que simula el lamarckismo— me parece un paso importante hacia la explicación de tales desarrollos.

    Karl R. Popper, 1972, pp. 245-249

  16. "El reverso de la moneda es que tampoco hay ninguna prueba genética fehaciente de la imposibilidad de la herencia de los caracteres adquiridos. Adriá Casinos, prologo de Filosofía zoológica.
  17. "No es posible probar que las características adquiridas no se hereden Por la misma razón, no podemos probar que no existen las hadas". Dawkins, El relojero ciego.
  18. Las teorías lamarckistas perdieron aceptación cuando los genetistas demostraron que la herencia de caracteres adquiridos («herencia blanda») era imposible, ya que las características adquiridas por el fenotipo no se pueden transmitir a la siguiente generación. La caída definitiva de la herencia blanda en el siglo XX la provocó la biología molecular, al demostrar que la información contenida en las proteínas (fenotipo) no se puede transmitir a los ácidos nucleicos (genotipo). El llamado dogma central de la biología molecular privó a los lamarckistas de sus últimos restos de credibilidad. Existe una cierta posibilidad de que algunos microorganismos (puede que incluso protistas) tengan la capacidad de mutar en respuesta a condiciones externas, pero incluso si se confirmara, nunca podría ocurrir en organismos complejos, donde el ADN del genotipo está muy separado del fenotipo.

    Mayr, 1995.

  19. ¿Cómo se traspasó la creatividad microbiana a las formas de vida de mayor tamaño? Una sugerencia principal para el nuevo siglo en biología es que el difamado eslogan del lamarckismo, «la herencia de los caracteres adquiridos» no debe ser todavía abandonado: tan sólo debe ser refinado cuidadosamente. Nadie, animal o planta, adquiere nuevos caracteres heredables creciendo, comiendo, ejercitándose, apareándose y demás. Por el contrario, bajo condiciones de estrés, distintos tipos de individuos se asocian físicamente. Más adelante, algunos se incorporarán a los otros y algunos de éstos incluso llegarán a fusionar sus sistemas genéticos. Hay muchos modos de fusión, incluyendo las infecciones víricas.

    Margulis, Planeta simbiótico, p. 32.

Bibliografía

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  • Dennett, Daniel (1999). La peligrosa idea de Darwin. Evolución y significados de la vida, Trad.: Cristóbal Pera Blanco-Morales, Círculo de Lectores /Galaxia Gutenberg.
  • Gould, Stephen Jay (1980). THE PANDA’S THUMB, El pulgar del panda,Trad. ANTONIO RESINES, Revisión de JOANDOMENEC ROS, Hermann Blume, Madrid 1983.
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  • Mayr, Ernst (1995). This is Biology, Así es la biología 1998, Trad. Juan Manuel Ibeas, Editorial Debate, S.A.
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  • Pinker, Steven (1997). How the mind works, Cómo funciona la mente, Trad. Ferran Meler-Orti, Ediciones Destino S. A. 2001
  • Popper, Karl R. (1972). Objetive knowledge, Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista, Trad.: Carlos Solís Santos, Ed. Tecnos S. A. 1974
  • Sandín, Máximo. Pensando la Evolución, Pensando la vida, 2006, Ediciones Crimentales S. L. ISBN 84-935141-0-1

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